viernes, 31 de octubre de 2014

¡Volvió la guerra de monedas!


Se cerró una semana con mucha actividad y novedades en el escenario geopolítico global, sobre todo por las decisiones de política monetaria de los principales bancos centrales del mundo.

Hacía mucho tiempo que no ocurría esto.

Cuatro bancos centrales fueron protagonistas excluyentes de la escena internacional. Dos de países desarrollados y dos de países emergentes.

Presentaremos lo anunciado por las entidades bancarias por el grado de sorpresa creciente que tuvieron estas decisiones sobre los participantes del mercado.

Estados Unidos

Como era previsible, en la reunión del Comité de Política Monetaria, la Reserva Federal de ese país anunció el fin del programa de estímulo monetario parte III, o como se lo conoce en la jerga bursátil Quantitative Easing III (QE III).   

¿Qué significa esto para el ciudadano de a pie?

El banco central de Estados Unidos no inyectará más dólares para comprar bonos, hacer subir los precios de los mismos y bajar el interés. Al no existir esa demanda artificial de bonos, las tasas de interés comenzarán a subir gradualmente, no solo en ese país, sino que el encarecimiento del financiamiento se exportará al exterior.

Repito, será un proceso gradual. Pero hemos visto un punto de inflexión y el dólar se fortaleció por este motivo a nivel global.

Brasil

Sorpresivamente, y un día después de la reelección de Dilma Rousseff, el Banco Central de ese país decidió subir la tasa de interés de referencia (Selic) en un cuarto punto porcentual hasta el 11,25%. Con una inflación en torno al 6,25%, la tasa de interés real se ubica en 5%.

Si un brasileño invierte en un plazo fijo a esa tasa a un año de la plazo, cuando retire su dinero incrementará su poder de compra en un 5% con la inversión.

Pero el real objetivo detrás de esta movida fue frenar el descontento de los mercados e inversores con la reelección de la candidata oficialista, tratando de seducirlos con una tasa de interés mayor y evitar que salgan capitales al exterior presionando al valor del real.

Durante esta semana, el objetivo se cumplió porque se logró estabilizar el real en nivel de BR$ 2,45 / BR$ 2,50. Veremos como continúa en el futuro.

Rusia

La masiva salida de capitales en Rusia obligó al Banco Central a subir drásticamente la tasa de interés del 8% al 9,5%. Pese a que la semana finalizó algo mejor, el rublo ruso acumula una depreciación mayor a 25% en el año, siendo una de las monedas emergentes más castigadas por la coyuntura.

El fortalecimiento del dólar y la caída del precio del petróleo, principalmente, continúan presionando la moneda rusa y las perspectivas lucen desafiantes.

Japón

Si el anuncio realizado por el Banco Central de Japón en abril de 2013 de duplicar la base monetaria en el término de dos años no había sido suficiente, en el día de la fecha la entidad subió ese objetivo en un 15% adicional.

Este anuncio de yenes para todos sorprendió positivamente a todos y motivó una rally alcista no sólo de la Bolsa japonesa (casi 5%) sino de Europa y Estados Unidos, cerrando nuevamente en máximos históricos.

El dato a considerar es que tras el anuncio el yen perforó la barrera de 112 yenes por dólar y alcanzó su menor nivel en los últimos siete años.

El objetivo es sacar definitivamente a la economía de la parálisis causada por el proceso deflacionario deprimente que atraviesa la economía en las últimas dos décadas.

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Tres conclusiones importantes se desprenden de estos movimientos:

1- La guerra de monedas está de vuelta y es probable que empecemos a ver tensiones comerciales en breve entre Estados Unidos y las otras potencias globales que vieron sus monedas depreciarse fuerte contra la divisa estadounidense.

2- La depreciación de las monedas emergentes podrían dar lugar a incipientes procesos inflacionarios.

3-  El precio de las acciones globales podría seguir sostenido mientras continúe la fiesta de la emisión monetaria en el mundo desarrollado. Hoy Japón, ¿mañana Europa?

martes, 28 de octubre de 2014

Aniversario del CEPO: Nada que festejar

Hace tres años, y tan solo una semana después de ser reelecta con el 54% de los votos, la presidenta Cristina Fernández ponía fin a la confianza que gran parte del electorado había puesto en ella.

En un intento por frenar la feroz fuga de capitales, que para ese año 2011 amenazaba con traspasar los US$ 22 mil millones, el Gobierno decidió que era el momento de aplicar un control de cambios.

Era la llegada del famoso cepo cambiario.

Lo que en un primer momento se presentó como "cualquiera podrá comprar todos los dólares que quiera con solo mostrar su DNI y su autorización previa de la AFIP" rápidamente se transformó en "se encuentra terminantemente prohibido comprar divisa con fines de atesoramiento".

Y claro, los dólares, de repente (?), se convirtieron en un bien escaso y urgía la necesidad de administrarlos para los fines y necesidades múltiples que se presentaban.



En un primer momento la necesidad principal era abastecer de dólares a aquellos que importaban bienes para hacer girar la rueda de la estructura productiva.

Luego, el paso del tiempo dejó en claro que la real prioridad de aquellos dólares atesorados por el Banco Central de la República Argentina era el pago de la deuda y la importación de energía.

El remanente, de existir, sería distribuido arbitraria y discrecionalmente a los importadores.

La medida, una vez más, apuntó a atacar la consecuencia y no el problema.

En ningún momento se pensó y/o analizó cuál era la razón de tal desconfianza que hacía que cada peso excedente que ingresaba al bolsillo de un argentino rápidamente era canalizado hacia el mercado cambiario para ser transformado en una divisa dura, que inspire más confianza.

Con este cuadro, el costo económico de la medida fue realmente devastador. 

Algunos efectos negativos son muy elocuentes:

- La brecha cambiara entre el dólar oficial y el ilegal se disparó considerablemente, pasando de un nivel promedio de 3% al 72%.

- La actividad inmobiliaria se contrajo a tasas peores que las verificadas en la terminal crisis económica del año 2001.

- Surgieron restricciones en el comercio exterior que quitaron dinamismo a ciertos sectores industriales dependientes de importaciones para su proceso productivo.

- Mayor incertidumbre por la aceleración de las expectativas de devaluación que impactaron negativamente en el consumo.

- Aceleración del déficit financiero de la cuenta turismo.

- Permanente drenaje de las reservas internacionales.

Esto son algunos de los costos. Y el destinatario final de estos efectos adversos fue la actividad económica.

No por nada un estudio reciente del Fondo Monetario Internacional señaló que la economía argentina fue la de menor crecimiento económico en los últimos tres años (aún por detrás de Venezuela).

Y justo el cepo cambiario cumple hoy su tercer aniversario.

En la actualidad, pensar en levantar el control de cambios sin acceso al mercado internacional de deuda y con un permanente incremento de la desconfianza en el Gobierno es prácticamente imposible.

Habrá que esperar a una nueva administración, al recambio político.

Sin embargo, se puede dejar de el camino lo más allanado posible al sucesor, se trate de un oficialista o un opositor.

Quizás sea mucho pedir, pero no es muy difícil hacerlo.

Alentar a las potenciales fuentes de ofertas de divisas (exportaciones e inversión) mediante un clima de mayor certidumbre.

Solo eso.

Y por el momento, no hay nada que festejar.



domingo, 12 de octubre de 2014

Baja el dólar, ¿bajan las expectativas de devaluación?

A diferencia de las columnas anteriores, donde gran parte de ellas estaban orientadas a explicar por qué subía el dólar en Argentina, la actual está gobernada por exactamente lo contrario: tratar de explicar por qué baja el dólar.

Así de ambigua y pendular es la Argentina de siempre. Moviéndose de un extremo al otro, sin punto medio, sin siquiera regular la velocidad de ajuste ni un poquito.

Esta particularidad es la que hace que muchos se espanten con la Argentina. Pero también eso mismo es lo que hace que algunos se vean seducidos con esta economía. Y yo, debo confesar, me siento más familiarizado con el segundo caso, aunque por momentos me gustaría ganar algo más de tranquilidad.

Más allá de eso, la novedad de la última semana es que ¡el dólar bajó!...

Después de haber tocado $ 16, alcanzando un récord histórico, la divisa retrocedió. Y más fuerte aún fue la caída del denominado dólar "contado con liqui" y el dólar "Bolsa", los cuales habían superado los $ 15 y ahora apuntan al nivel de $ 13.

Más allá de la delicada situación de la macroeconomía argentina de corto plazo, yo sostenía que el dólar en $ 15 me parecía caro para ese momento.

Cuando publiqué esto en Twitter, las críticas de mis seguidores y otros usuarios fueron muy grandes:



Mi sensación se basaba en el proceso de sobrerreacción u "overshoting" que generalmente se da en determinadas variables financieras cuando se sobrevienen momentos de estrés.

Y las semanas posteriores me dieron la razón. Todo se descomprimió.

¿Para siempre?

No, en absoluto. Soy consciente de que esta corrección bajista del dólar, en cualquier de sus versiones, fue muy gestada por el poder de policía que ejerció el Gobierno. Y creo que se debía actuar en ese sentido para evitar una corrida masiva contra el peso argentino.

Pero si rápidamente esto no es complementado con medidas que actúen sobre las expectativas, la baja del dólar será efímera. Hoy bajó el precio del dólar, pero no han disminuido las expectativas alcistas sobre el precio de la divisa para el futuro.

Urge un plan anti-inflacionario, la prudencia fiscal y monetaria y la necesidad de engrosar las reservas del BCRA de manera sustentable.

Si esto no ocurre, el dólar no tiene otro camino que seguir subiendo.

Pero recuerde, todo tiene un precio. No se deje obnubilar por ninguna opinión, provenga de donde provenga. 

Saque sus propias conclusiones con la información disponible.

Eso lo hará crecer como inversor. 



lunes, 6 de octubre de 2014

¿Le importa a la Bolsa los banqueros centrales?

El miércoles 1 de octubre, promediando la rueda bursátil, comenzaron los rumores de la salida de Juan Carlos Fábrega del Banco Central de la República Argentina. A partir de allí, y con la confirmación del rumor, para las acciones argentinas fue todo volatilidad.

Leyendo las noticias y haciendo un poco de historia hay muchas cosas que sigo sin entender. Y más aún cuando escucho ciertos argumentos para justificar la débil situación de la economía argentina.

Desde "el mundo se nos cayó encima" a "la inestabilidad de las principales economías desarrolladas del globo" son las causas más usualmente utilizadas para culpar a los de afuera por todos los males que atraviesa la Argentina.

En paralelo, el mundo real.

- Las tasas de interés se mantuvieron en un nivel históricamente bajo en los últimos 6 años, con regiones desarrolladas donde el costo del dinero ha sido virtualmente 0%.

- La liquidez que fluyó a los mercados emergentes en ese mismo período fue espectacular.

- Los precios de los commodities se mantuvieron en niveles elevados (recién en los últimos seis meses comenzaron a ceder).

- Países latinoaméricanos crecían entre 4% y 5% con baja inflación.

- Estados Unidos vio su tasa de desempleo caer a menos de 6% por primera vez desde 2008 y su crecimiento del segundo trimestre fue el más veloz desde 2009.

¿Este escenario es realmente un mundo caído y culpable de nuestros problemas? 

En paralelo, nuestro realidad.

Con la llegada de Alejandro Vanoli ya son cinco presidentes del Banco Central en 11 años. Esto da un promedio de casi 2 años por presidente. Es cierto que en el medio, Martín Redrado estuvo seis años al frente de la entidad. Pero la rotación de presidentes es un síntoma de debilidad y falta de institucionalidad alarmante.

En Estados Unidos, los últimos cinco presidentes de la Reserva Federal acumulan un período de 36 años, tres veces más que en el caso argentino. Sólo un dato.

Otro dato de color muestra que desde 2003 a la fecha, Argentina tuvo ocho ministros de Economía distintos (Lavagna, Miceli, Peirano, Lousteau, Fernández, Boudou, Lorenzino y Kicillof), de los cuales cinco pertenecen a los seis años del mandato de Cristina Fernández. Esto es, casi 1 ministro por año.

¿Sabe cuántos ministros de Economía tuvo Brasil desde 2003 a la fecha? Solo dos: Antonio Palocci Filho y Guido Mantega.

Se trata de simplemente datos, no estoy haciendo juicios de valor. Pero sí lo que muestra es que gran parte de la inestabilidad Argentina se debe a cuestiones internas más que externas. No busquemos culpables afuera, miremos adentro.

¿Usted imagina que es posible que tengamos estabilidad y políticas de largo plazo con semejante rotación de funcionarios en materia económica y monetaria?

Complicado.

¿Le importa a la Bolsa quién es el banquero central?

Más allá de esto, me gustaría focalizarme brevemente en el comportamiento de la Bolsa ante cambios en el sillón presidencial del Banco Central de la República Argentina.

Analizando ciertas estadísticas, creo que la conclusión será reveladora.

Cualquier movimiento en la cúpula de la autoridad monetaria genera incertidumbre y volatilidad en los mercados en el cortísimo plazo. De eso no hay duda. Y lo ocurrido en la última semana no es la excepción.

Pero ¿qué ocurre cuando el cambio político es asimilado y pasan los días? ¿Cómo se reacomodan las acciones?

Veamos el siguiente cuadro:

  
Lo que se observa es que un mes después de la asunción del nuevo presidente, el mercado o recupera el nivel anterior (caso Marcó del Pont o Fábregas) o está más alto (caso Prat Gay o Redrado), se trate de un presidente más o menos alineado con el mercado.

Pero en el mediano plazo (6 meses), la Bolsa parece no interrumpir su tendencia de fondo previa a la que venía mostrando con el recambio presidencial del BCRA. Y, nuevamente, el proceso tiende a acelerarse si el presidente de turno es más amigable con el mercado en general.

Usted dirá que hoy la situación económica es muy débil y desafiante en la actualidad. Pero también lo era cuando asumió Prat Gay, Redrado, Marcó del Pont y Fábrega. ¡Así es la Argentina!

Van sólo cuatro días de Vanoli al frente de la entidad y si las estadísticas analizadas imperan, la Bolsa debería retomar, tarde o temprano, la tendencia alcista.

El tiempo dirá si estamos o no frente a una típica excepción a la regla.